La nueva película de Ari Aster, Eddington, no solo confirma su talento como uno de los directores más audaces de la actualidad, sino que consolida su habilidad para incomodar, sorprender y obligar al espectador a pensar. Tal como lo hizo con Hereditary y Midsommar, Aster vuelve a provocar reacciones intensas con una obra tan inquietante como brillante.
Eddington se presenta como una sátira política ambientada en plena pandemia de COVID-19. La historia sigue a Joe Cross, un sheriff provinciano con ideas firmes pero habilidades cuestionables, interpretado de forma magistral por Joaquin Phoenix. Cansado de la indiferencia del gobierno hacia las minorías, Cross decide postularse como alcalde del ficticio pueblo de Eddington. Lo que en apariencia es una trama sencilla, rápidamente se convierte en un carnaval de humor negro, giros inesperados y una crítica feroz a la polarización ideológica, el impacto de las redes sociales en la salud mental y al autoritarismo disfrazado de buenas intenciones, bastante interesante si tomamos en cuenta la discriminación racial que se está viviendo actualmente en los Estados Unidos.
El elenco es de primer nivel: Pedro Pascal, Emma Stone y Austin Butler acompañan a Phoenix en actuaciones que elevan cada escena. Pero es Phoenix quien se lleva el centro de atención, ofreciendo un retrato complejo, patético y fascinante de un hombre atrapado entre su deseo de justicia, poder pero lidiando con su propia incompetencia.
La película no da tregua. El espectador pasa de la risa al desconcierto en cuestión de segundos, atrapado en una atmósfera que recuerda al cine de Bong Joon-ho, especialmente a Parasite, por su manera de mezclar géneros y lanzar dardos envenenados al sistema. La imprevisibilidad es parte esencial de Eddington: lo que parece una comedia absurda pronto revela capas de profundidad emocional, política y filosófica que obligan a cuestionar todo.
Durante las funciones previas, las reacciones en las salas de cine han sido intensas: carcajadas nerviosas, silencios incómodos, suspiros de sorpresa. Hay escenas que descolocan, giros que desconciertan y momentos en los que la pantalla se convierte en un espejo incómodo. Eddington no es una película para ver distraídamente ni para olvidar al salir de la sala. Es una experiencia que exige atención, reflexión y, probablemente, más de un visionado.
Aster se atreve a cuestionar desde la corrección política hasta el culto a la personalidad, pasando por el miedo colectivo y el absurdo institucional. Y lo hace con estilo propio: visualmente potente y una dirección que nunca pierde el control del caos que plantea.
En tiempos donde muchas películas apuestan por lo seguro, Ari Aster apuesta por la incomodidad. Eddington es provocadora, impredecible y profundamente incómoda, pero también es una de las propuestas más originales del año. Si te gustan las películas que retan tu percepción, que esconden significados en cada plano y que te obligan a salir de la sala con más preguntas que respuestas, esta es una obra que no te puedes perder.