 
                    Terrorífico film ómnibus (como diría el maestro Jorge Ayala Blanco) que parte de la investigación de la reportera Si-kyeong (Kim Chae-eun), infiltrada en un culto secreto de túnicas blancas e inscripciones en el rostro que parecen provenir de cierto culto hacia una deidad llamada “Padre”, a quien los asistentes, previamente convocados con la exigencia clara de una ofrenda, rezan en devota y misteriosa vocación ocultista fragmentada.

El ocultismo fragmentado se expresa como un gran cúmulo de ideas, historias y propuestas en una amplia amalgama creativa, en aras de un terror lúdico que apela a recursos ya históricamente probados y comprobados sobre las posesiones demoníacas [la magistral e iniciática El exorcista (Friedkin, 1973)], el uso de grandes efectos visuales y prácticos, así como del sonido entre tensión/relajación, y una iluminación predominante de sombras y oscuros estratégicos dentro de la puesta en escena.
La fragmentación, tanto del relato como de los cuerpos y de la propia estructura del film, muestra una poderosa sincronía del montaje que enlaza el relato principal sobre la investigación con el resto de insertos a manera de flashbacks, en los cuales se relata el origen de cada ofrenda, cambiando a su vez la puesta en escena y la propia génesis del terror/horror. Se enfatiza cierto factor corporal —sea el auditivo, el visual, el olfativo o el vocal—: “…hasta que oigas, veas, huelas y hables podremos ser libres”, rezan los fieles.

El relato fragmentado recurre poco, y de forma extremadamente precisa, al diálogo, sin caer en explicaciones innecesarias y dejando todo en manos de una puesta en escena ya profundamente explícita. Gesto inteligente que demuestra una confianza absoluta en la fuerza expresiva de la imagen misma, algo que a su vez refuerza el horror constante de pequeños silencios y pausas suspensivas que estallan en grandes secuencias de terror absoluto, de espectrales posesiones y sangrientas masacres propias del género.
Así, el ocultismo fragmentado se revela como un gran estreno de terror que nada envidia a sus coetáneas comerciales y, más aún, las deja en cierta avergonzante situación al demostrar cómo una imagen perfectamente llevada a cabo —sin exageraciones de argumento, sin notas de humor absurdas como relajantes del horror o construcciones innecesarias en los personajes que de todos modos morirán en la cinta— puede dar como resultado grandes películas dentro de un género muchas veces menospreciado, pero que demuestra cómo el lenguaje fílmico funciona para todos los géneros.
Dato curioso: el título original en coreano se traduce tal cual como Colección de cuerpos.zip, pero para su distribución internacional se tituló en inglés Body Parts (traducido: Partes corporales). Si bien parece no tener mucha relevancia (y sin caer en spoilers), resulta extremadamente interesante cómo los tres títulos aluden también a la propia fragmentación del relato, lo que podría dar una idea del porqué del “.zip” en el título original.


El “zip” es un formato de compresión de archivos informáticos que permite reducir su tamaño sin perder calidad ni funcionalidad; del mismo modo, puede servir para almacenar una serie de fragmentos o partes de distintos programas en un solo archivo o carpeta que ocupe menos espacio. Es decir, puedes guardar una buena cantidad de imágenes en un solo archivo, que a su vez será menos pesado que el conjunto original. En fin, dejo el dato para que, al verla, le echen un ojo al mismo.
Redacción: Felipe Solares.