“M3GAN 2.0” (Gerard Johnstone, 2025, Estados Unidos. Largometraje de ficción)
El tercer largometraje y secuela de la ciborg-comedia de terror M3GAN (2022), del cineasta y tv-serialista neozelandés Gerard Johnstone [largometrajes previos: Housebound (2014), M3GAN (2022); serie televisiva: The Jackie Brown Diaries (2008)], nos sitúa dos años después de los sucesos iniciales. Gemma (Allison Williams) y su sobrina Cady (Violet McGraw), tras el accidentado encuentro con M3GAN [Amie Donald (cuerpo) y Jenna Davis (voz)], descubren que, pese a la destrucción de su cuerpo, la androide seguía “viva” gracias a una copia de seguridad conectada a la casa inteligente. Su reaparición se revela frente a la nueva amenaza: el androide militar AMELIA (Ivanna Sakhno), que alcanza la autoconciencia y despliega una posible conspiración misántropa.
La película retoma el elemento principal del thriller ciencificcional al confrontar a la familia con una amenaza casi imposible de vencer, pero con una M3GAN redimida, protectora, todopensadora y todopoderosa, que persiste en su objetivo central: cuidar de Cady. El conflicto con AMELIA plantea desde el inicio una concepción antiarmamentista, tras el robo y copia del diseño original de M3GAN para su fabricación con fines militares en Medio Oriente, generando un desastre que se vuelve en contra de la humanidad. Este tema crece a lo largo de la trama, ya sea mediante la ridiculización —en running gag— del torpe agente del FBI, o por la conspiración de Christian (Aristotle Athari) contra la IA y su desastroso intento de chantajear al G20. Una idea interesante en plena crisis armamentista mundial, con un Estados Unidos posguerra fría y 9/11 como gran mediador/incitador/responsable del caos bélico mundial, sustentado en su innegable poderío militar, económico y político.
Aun así, y pese a los tintes políticos, realmente estamos frente a un homenaje plenamente autoconsciente a la vasta historia de la ciencia ficción cinematográfica. Si la primera entrega se inclinaba hacia el horror y el suspenso, esta secuela apuesta por un vertiginoso vaivén de golpes, acción trepidante y multitud de referencias a clásicos del género: la guerra anticiborg de Terminator (Cameron, 1984), Terminator 2: Juicio final (Cameron, 1991) y RoboCop (Verhoeven, 1987); la vestimenta de M3GAN hacia el final, con claras semejanzas al Bruce Lee de El juego de la muerte (Lee, Clouse, 1978); el gag “erróneamente citado” sobre Die Hard (Duro de matar, McTiernan, 1988): “it’s hard to kill”; o el búnker como base secreta anti-IA donde yace AMELIA, en un trono que homenajea directamente a la iniciática Metropolis (Lang, 1927).
La plena consciencia del filme sobre su naturaleza lúdica permite al espectador no tomar partido ni rechazar un concepto que, para los amantes del realismo o del argumento impecable, resulta chocante. Aquí la verosimilitud se manda al diablo, como hace la “crítica cinematográfica seria” con el cine de serie B o Z. Así, la trama se permite enredos estrambóticos, tan absurdos como perfectamente entretenidos. Porque algo es cierto: la trama resulta predecible, aún más considerando la recaudación de la primera entrega (aproximadamente 180 millones de dólares a nivel mundial), evidencia de su vocación de franquicia, donde los personajes principales no pueden eliminarse sin comprometer la continuidad. Esto recuerda a otro grande del género bélico de acción: Rambo: Primera sangre (Kotcheff, 1982), cuya adaptación de la novela de David Morrell cambiaba el destino original del protagonista —Rambo moría—, pero fue modificado (a sugerencia de Stallone) para garantizar el éxito taquillero y el inicio de una franquicia.
Finalmente, la película culmina con el sacrificio de M3GAN al detonar un generador PEM mientras combate contra AMELIA, salvando así a Cady y a la humanidad. Sin embargo, resucita como “alma programática milagrosa”, en forma del viejo clip de Encarta, mientras la tía Gemma emite un discurso meloso y prohumanitario en la capital estadounidense. Un cierre que funciona como antifábula anticibernética y antiarmamentista.
En suma, M3GAN 2.0 se asume como homenaje ciencificcional y producto lúdico, donde el espectador no puede hacer más que sentarse a disfrutar sin mayor preocupación que el goce mismo.
Redacción: Felipe Solares.