¿Te gustan los números? Si la respuesta es no, tranquilo. Esta nota no tiene que ver tanto con las matemáticas (o al menos no las puras) como con las consecuencias que tiene desconocerlas por completo.
Muchos de nosotros usamos las matemáticas para cuestiones simples de nuestro día a día: manejar nuestras cuentas bancarias, elegir productos rentables en el supermercado, hacer estimaciones y detectar errores en el cambio, por ejemplo.
También cuando decoramos una habitación, horneamos un pastel o vamos de compras. Cada una de estas tareas requiere aritmética: la capacidad de comprender y trabajar con los números en la vida cotidiana.
“En nuestra vida cotidiana lo que usamos es una matemática bastante simple“, dice Mike Ellicock, director ejecutivo de Aritmética Nacional, una asociación que intenta reducir el analfabetismo numérico.
“Pero a veces también es necesario que comprendamos cuestiones conceptuales que después podamos aplicar en situaciones complejas”.
Por ejemplo, puede que necesites calcular qué compensa más, si comprar o alquilar un carro; si usar cupones o dinero en efectivo para hacer tus compras o para ajustar una receta pensada para seis personas pero que tú solo necesitas para dos.
Las fracciones, los porcentajes, la aproximación, la comprensión espacial, las tasas de cambio, los gráficos, todo eso es aritmética básica. No son conceptos que se enseñen en la escuela, pero tampoco es algo excesivamente complejo.
Más bien, la aritmética es la forma en que interpretamos y aplicamos nuestro conocimiento matemático al mundo que nos rodea.
Piensa en cómo administrar tu dinero. Aunque la tecnología facilita cuestiones como comparar costos, ver los intereses que acarreará pedir un préstamo o una hipoteca. Es muy útil para hacer estimaciones que nos permitan tomar decisiones acertadas, pero hacer todo esto sigue exigiendo cierto conocimiento del mundo de los números.
Las compañías suelen asumir que sus clientes tienen un buen nivel de alfabetización matemática pero, ¿qué ocurre si esto en realidad no es así? ¿Si no entienden las tasas de interés de los préstamos que solicitan? ¿O si no saben calcular que ese nuevo sofá encajará a través de la puerta de su sala de estar? ¿O si no saben cuánto les cuesta en su moneda local una cantidad expresada en dólares, por ejemplo?
Las personas analfabetas numéricamente no saben calcular qué significa un 25% de descuento en una venta o no pueden dividir la cuenta del restaurant con sus amigos. No pueden comparar dos planes de jubilación o elegir entre dos hipotecas o incluso entre dos latas de refresco de diferentes tamaños.
El analfabetismo matemático puede influir incluso en la forma, y el candidato, por el que vota.
Pero, ¿por qué es importante?
Si bien el analfabetismo matemático dificulta la vida diaria de las personas, sus consecuencias son también globales.
Muchos estudios sugieren una correlación entre la carencia de habilidades aritméticas con el desempleo nacional, la productividad e incluso la salud física.
Pero, ¿qué importa esto cuando tenemos teléfonos y otros dispositivos que pueden hacerlo por nosotros?
Stuart Elliot, integrante de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, compara las capacidades de una computadora con las de un humano para intentar comprender qué habilidades podrán algún día ser superadas por la máquina y, por lo tanto, quedar obsoletas.
“Creo que estamos cerca del momento en que las máquinas ayudarán no solo con los cálculos aritméticos, sino también con el razonamiento numérico”, dice.
De la misma manera que las calculadoras reemplazaron la necesidad de tener que hacer una división larga de forma manual, las computadoras podrían algún día eliminar la necesidad de realizar un razonamiento cualitativo.
Pero antes de hacer eso, detengámonos a pensar qué riesgos puede implicar entregar las matemáticas a las máquinas.
El llamado “internet de las cosas” (un sistema de objetos cotidianos conectados a Internet que pueden intercambiar información y datos) está recolectando cada vez más nuestros datos personales: teléfonos, rastreadores de nuestro rendimiento físico, dispositivos domésticos inteligentes, historial de navegación, boletos de viaje y registros médicos electrónicos.
Es en definitiva una gran cantidad de información sobre nosotros que se puede recopilar y explotar.
“La población ahora asume de forma errónea que gracias a la tecnología puede calcular todo”, dice Conrad Wolfram, director estratégico de Wolfram Europa, una empresa de computación.
Desde resultados de exámenes hasta noticias falsas, “las cosas que tienen un número adjunto a ellas también necesitan ser examinadas con ojo crítico”.
A pesar del poder de procesamiento de los sistemas digitales, éstos no son infalibles. Incluso los más sofisticados no pueden competir con el cerebro humano al más alto nivel.
Aunque las computadoras son buenas para realizar cálculos rápidos e identificar tendencias, los humanos son excelentes haciendo valoraciones y detectando sutilezas. Por ejemplo, un camarero en un restaurante podría darle a su mesa la factura equivocada, y necesitaría alfabetización matemática para verificar el importe correcto.
“Como ser humano, todavía hay que ser crítico y preguntarse ‘¿por qué estás haciendo esto y cómo podrían estar engañándome?'”, dice Wolfram.
De hecho, siempre necesitaremos saber hacer cálculos ágilmente. También para aprovechar al máximo la tecnología que utilizamos.
Pero la cuestión es, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo podemos incrementar nuestra habilidad y agilidad matemática?
En primer lugar, hay que intentar resistir el impulso de confiar siempre en teléfonos y tabletas. En su lugar, trata de hacer cálculos básicos en tu cabeza o en papel. Se necesita un poco de esfuerzo y práctica, pero adquirir buenos hábitos te ayudará a detectar errores y obtener conclusiones de cuestiones importantes.
En segundo lugar, usa las computadoras sabiamente. Pueden ahorrarte tiempo y ayudarte a comprender de forma conceptual las tareas cuantitativas más difíciles .
También son útiles para verificar nuestros procedimientos y mejorar o acelerar la resolución de problemas.
Con demasiada frecuencia, nos falta habilidad cuando manejamos números muy pequeños o muy grandes. Las computadoras pueden ayudarnos a comprender la magnitud de un presupuesto de US$1.000 millones, una novela de cien mil palabras o los megatones que puede haber en la reserva nuclear de un país.
Finalmente, sé escéptico. Para usar números y datos, es importante relacionarse con los hechos; a veces, eso significa enfrentar el análisis cuantitativo con lo que nos dicen que es cierto.
Sin aritmética, simplemente no estamos obteniendo la historia completa de lo que nos cuentan.