En una mañana lluviosa y tan caótica como solo la CDMX puede serlo, en la sala 10 de la Cineteca Nacional (Xoco) se presentó por octavo año consecutivo el festival Cinema Queer México, una propuesta de visibilización y difusión en torno a los temas LGBTQ+, con la mirada fija en la transformación social frente a la violencia latente contra la comunidad. Lo hace mediante la expansión de la cultura queer, su representación en el cine y el fomento del diálogo y la construcción de comunidad entre participantes y público en general.
Con una amplia selección de 7 largometrajes mexicanos, 4 internacionales, 7 programas de cortometrajes y 4 talleres, el festival se distribuyó en distintas sedes del país: CDMX (3-12 septiembre), Morelia (18, 19 y 21 septiembre), Pátzcuaro (20 septiembre), Chihuahua (25-28 septiembre), Mérida (2-5 octubre) y Querétaro (9-12 octubre), donde además se contó con la colaboración de la página del IMCINE: Nuestro CineMX.
Todas las proyecciones y talleres fueron completamente gratuitos, excepto en las sedes de Cineteca Nacional y Cineteca Nacional de las Artes, donde el costo fue de $70 MXN o $50 MXN para menores de 25 años, estudiantes, profesores y adultos mayores.
Largometrajes mexicanos:
Un mundo para mí (Alejandro Zuno, 2024)
El fin de las primeras veces (Rafael Ruiz Espejo, 2024)
La huella de unos labios (Julián Hernández, 2023)
Los demonios del amanecer (Julián Hernández, 2024)
Niñxs (Kani Lapuerta, 2025)
Hombres íntegros (Alejandro Andrade, 2024)
Mi tía Peque (Claudia Loredo, 2025)
Largometrajes internacionales:
Desalojo (Éviction, Mathilde Capone, 2024)
Trans memoria (Victoria Varseau, 2024)
Si tienes miedo, ponte el corazón en la boca (Wenn du Angst hast, nimm dein Herz in den Mund und lächle, Marie Luise Lehner, 2025)
El despertar de Nora (Kokon, Leonie Krippendorff, 2020)
Para finalizar el evento, se proyectó el largometraje Desalojo, un estupendo y melancólico retrato filmado con cámara en mano (cinéma direct), sobre una pequeña comuna queer canadiense que enfrenta la repentina compra de su piso. Este espacio, además de fungir como hogar, había sido también lugar de fiestas y reuniones para la comunidad LGBTQ+. Entre los testimonios de los residentes actuales y exhabitantes que frecuentaban las reuniones, la película aborda el problema de la gentrificación en Canadá y el desplazamiento de familias y comunidades que habían rentado por precios justos durante años. Tras la compra de los inmuebles por grandes corporativos, los espacios se rentan después a precios inflados o a través de plataformas como Airbnb, obligando a los inquilinos a buscar zonas menos favorecidas o a enfrentarse a costos hiperinflados —al doble o triple de lo que pagaban originalmente.
Redacción: Felipe Solares.